27 octubre 2011

Jack O’ Lantern




Esta historia comienza en las remotas épocas medievales de Dublín, Irlanda. Por aquellos tiempos, habían dos cosas que caracterizaban a este pequeño estado: las guerras y las buenas bebidas. Y es por eso que Jack Collin O’ Lantern no estaba excento de todo esto, un viejo ex soldado bohemio que robaba cuando podía algunas provisiones de los rebaños ajenos, para comerlos o venderlos, para así poder beber en alguna taberna del lugar. Pero desgraciadamente fue así que encontró su perdición. En ese cotidiano ritmo de vida.
Era una noche oscura y lluviosa en Dublín. Había muy pocas personas en las calles y quienes la habitaban generalmente eran ladrones y vagabundos, y la gran atracción era la taberna principal de la ciudad. Esa noche se encontraba ahí nuestro querido amigo Jack, bebiendo unas copas de ron y bailando al compás de las desafinadas notas de la orquesta. Se lo notaba festivo, sofocado por el baile, con cierto éxtasis de falsa alegría que le brindaba el ron.
El alcohol y la danza habían agotado por completo a Jack, que decidió sentarse cerca de la barra de tragos para recuperar el aliento y seguir bebiendo como bestia. Al sentarse, Jack notó a un extraño sujeto sentado al lado suyo, sosteniendo un jarrón de cerveza y tapado hasta la cabeza. Parecía silencioso, inmóvil, casi no se le sentía respirar. Con una sutil sonrisa Jack no le dio mucha importancia y haciendo una seña llamó al mozo para pedir otro trago más de ron. “Lo siento Jack”, dijo el mozo, “hasta que no me pagues por los otros tragos esta barra queda totalmente clausurada para ti”. Entre reclamos y furia, el extraño sujeto que se encontraba junto a Jack bebió su jarra de cerveza y luego de esto intentó establecer un diálogo con él. “Eh tú, Jack” dijo con voz áspera, “¿Quisieras tomar un pequeño trago de ron?”. Inmediatamente Jack se volteó hasta el sujeto, éste había captado su atención. “Es muy simple” dijo el extraño desconocido, “vida por gota de alcohol”. Al principio, Jack no había entendido el significado de la frase, así que el sujeto tuvo que explicarle. “Es una locura, pero sé cuánto lo necesitas, más que a nada en el mundo. Es muy simple, te pagaré un último trago y tú, a cambio, me darás tu alma. No perderías mucho, Dios no querría un alma tan desecha y oscura como la tuya”. Jack lo pensó por varios minutos. ¿Sería capaz de vender algo tan preciado y esencial para un ser humano?. Por alguna extraña razón dijo que sí, haciendo creer cierta ingenuidad al sujeto. Con cierta sonrisa, el sujeto cambió la forma de su cuerpo en una reluciente moneda de oro.
Ahí estaba entonces, una gran moneda de oro. Era la moneda que pagaba todas sus deudas, la llave del ocio insano y de su asquerosa alegría (que luego se convertiría en la última). Sin dudarlo ni un segundo, Jack llamó al mozo y mostrando la gran moneda de oro ordenó que se le sirviera otro trago de ron. Pero antes de que pudiera beberla, él lo pensó dos veces. ¿Realmente valía la pena un último sorbo de alcohol por una vida humana?, ¿realmente podía más la satisfacción que la vida?, ¿lo valía?. Jack agarró bien fuerte la moneda y la puso dentro de un faro que siempre llevaba a mano, y corrió hasta la puerta de salida.
Lo había logrado, por una extraña razón desafió las leyes de lo sobrenatural y jugó con su suerte, una vez más. ¡Ah, la suerte!. Si supieran la cantidad de veces que Jack abusó de ella. Quizás es por eso que siempre se autoconsideraba un sujeto afortunado. Siempre aparentó ser una persona indiferente, estratega, un sujeto que no le temía a nada ni a nadie. Quizás fue por eso que al arrojar el faro al lago de un bosque sombrío de por ahí, como arrojando una gran carga que pesaba en sus hombros, lo hizo con total indiferencia y con total confianza de su acto, seguro de no haber cometido un error.
Jack murió unos años más tarde. El cielo parecía ser un lugar muy grande para una vida tan rebelde. El infierno no parecía lo suficiente para un sujeto que vivió robando y engañando. ¿A dónde iría?, se preguntó una y otra vez. Sin tener rumbo aparente, Jack volvió a ese bosque sombrío y tenebroso donde arrojó su faro, donde ocurrió (quizás) esa acción decisiva. Su reflejo ya no se mostraba en el agua y sus pasos ya no dejaban huellas. Ahora sí era un verdadero Bohemio.
De repente, y casi sorpresivo para Jack, reapareció ese extraño sujeto que conoció en la taberna. Ya no sostenía una jarra de cerveza, sino que una hoz. Ya no estaba cubierto hasta la cabeza, de hecho se podía notar lo raquítico que era su rostro. Jack miró atónito, no podía creer que se volviesen a cruzar después de lo sucedido. “Te lo dije, tu alma no pertenece a nadie, te lo advertí” dijo el extraño sujeto. “te lo suplico, ayúdame” dijo Jack, “Haré cualquier cosa que me pidas, lo que sea”. El sujeto convirtió la cabeza de Jack en una gran calabaza (quizás en señal de burla), hizo de su cuerpo una figura fantasmagórica y le obsequió su hoz. “Serás como yo” dijo el desconocido ya no tan desconocido. “Cuidarás de este bosque como buen guardián y a cambio, ganarás mi perdón”.
Desde entonces, cada persona que ha visitado los tenebrosos bosques de Dublín nunca más fue vista con vida. ¿La razón?, Jack O’ Lantern, el bohemio cuidador de bosques. Una mitología jamás revelada. Un sujeto condenado a vagar por lo más oscuro del mundo, por haber abusado de su suerte.

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